Mi padre casi me echa de casa cuando hice esta receta con calabacín, pero a mí me encanta y es súper fácil

No le toques a un suizo su Rösti de patata

Rosti
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El día que se me ocurrió aplicar al calabacín el mismo tratamiento que se da en Suiza a la patata para hacer rösti, debí intuir que mi padre se lo tomaría casi como una ofensa, no ya personal, sino nacional. No me gusta que se diga eso de que el rösti es como la tortilla de patatas suiza, porque saben completamente distinto, pero quizá sí tiene algo de su idiosincrasia como plato típico helvético.

Me importó poco ofender a nuestra cultura suiza porque el resultado de mi invento me encantó; el rösti de calabacín solo exige un poco de dedicación a la hora de rallar la hortaliza y escurrir muy, muy bien su agua, y después cocinar con paciencia la mezcla en una sartén adecuada. En realidad tardas pocos minutos y, si la herramienta es de calidad y bien antiadherente, es facilísima de preparar.

Un rösti auténtico de patata exige práctica y maña para que te quede realmente bien, y doy fe de verdaderos desastres perpetrados por mi progenitor creando más bien rösti deconstruido. La versión de calabacín es más endeble porque carece del almidón de la patata, pero en formato pequeño es muy sencillo de manipular. Además, si se desmonta un poco no es el fin del mundo.

No necesitas más que uno o dos calabacines como ingrediente, más aceite para engrasar la sartén y algo de sal. A mí me gusta aderezarlo también con alcaravea y comino, un poco de pimienta y, a veces, añado tomillo o cebollino fresco. Con un huevo escalfado de acompañamiento sale un plato saciante bien majo, y también es una buena guarnición de pescados o un filete de pollo a la plancha.

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En DAP | Crema de calabacín

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