Si sois amantes de las verduras es muy probable que este verano hayáis comido pisto hasta el hartazgo. No vamos a abrir un debate sobre qué versión es mejor ya que tampoco hay una receta única en cada región. Del pisto manchego, quizá el más conocido, al pisto navarro, pasando por el pisto murciano y sin olvidar el pisto riojano, nos gustan todos. Pero ya metidos en otoño van apeteciendo otras elaboraciones menos veraniegas, y en Aragón tienen un plato poco conocido en el resto de España que se merece toda nuestra atención.
Es la fritada aragonesa, término que la misma RAE equipara como sinónimo al pisto, pues no deja de ser una fritada de diferentes hortalizas. La versión maña, sin embargo, tiene diferencias notables con lo que, al menos yo, considero estándar: el protagonismo de la patata, nada de tomate y un resultado más saciante y energético.
Por eso es una receta perfecta para aprovechar las últimas verduras de la temporada, o para usar las que ya se van cosechando en la campaña otoñal. Apetece más ahora una variante algo más contundente y que se puede comer caliente, recién hecho, y que va de fábula como guarnición de carnes y pescados al horno o barbacoas otoñales.
La clave de la fritada maña es cortar las patatas como si fueras a hacer una tortilla de patatas e ir friendo por separado las hortalizas, empezando con el tubérculo, para ir mezclando todo en una fuente. Calabacín, pimiento rojo, pimiento verde y cebolla son las verduras que acompañan normalmente a las patatas fritas, sin tomate, y la combinación de todo junto es fabulosa. Merece la pena hacer una buena cantidad de golpe.
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