Uno de los principales problemas a los que suelen enfrentarse las ensaladas es que las concebimos como un plato incompleto en cuanto a macronutrientes. Algo que no tiene por qué ser así por varias razones.
La primera es que, aunque la base sea vegetal, nada impide que la fortalezcamos con otro tipo de ingredientes que la hagan más completa. La otra, evidente, es que la ensalada no tiene por qué ser un plato principal, sino un elemento complementario dentro de nuestro menú.
No podemos hacernos trampas al solitario y pensar que una triste ensalada con un par de brotes de lechuga aliñados va a hacer milagros nutricionales porque –oh, sorpresa– no los va a hacer.
Por eso, esta ensalada típicamente andaluza como es el remojón granadino es ideal para meter proteínas a la receta, saciarnos, tener sabor y, por qué no, hacer un poquito de patria gastronómica para salir de los topicazos.
¿Elementos? Todos presentes en cualquier mercado o tienda. Naranjas, aceitunas negras, cebolleta, huevo y bacalao desalado. Lo único que hay que hacer es pelar las naranjas, mejor a cuchillo, y quedándonos con la carne –evitando las partes blancas, que amargan–; cortar la cebolla en juliana fina y cocer unos huevos, así como escaldar el bacalao en agua hirviendo y dejar luego que se enfríe.
Partís las naranjas, incluís la cebolla, cortáis a la mitad las aceitunas –sin hueso, claro– y desmigáis el bacalao y troceáis los huevos duros, mezcláis bien y añadís una generosa cantidad de un aceite de oliva virgen extra (yo, haciendo guiño de lo granadino, os recomiendo este aceite de la Cooperativa San Isidro de Loja) y un poco de vinagre de Jerez y tendréis el remojón listo para cualquier comida.
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