Quizá ni has llegado a plantearte cómo guardar las copas y vasos que tenemos en casa, y simplemente lo hagas por inercia o con la costumbre heredada que aprendiste en casa de tus padres. Pero hay un debate recurrente que suele dar quebraderos de cabeza a los más meticulosos: es mejor hacerlo boca arriba, o boca abajo?
Cada opción tiene sus pros y contras, pero solo una es la más recomendable si quieres proteger tu cristalería y evitar que se estropee con el tiempo. Y no se trata de una cuestión estética, que ya dependería más del gusto particular. Ya sean vasos de batalla de los más baratos de Ikea, o un conjunto de copas de cristalería fina, nadie quiere que se estropeen por un uso inadecuado.
La forma correcta de guardar la cristalería
Nos referimos aquí al almacenaje cotidiano en los armarios de la cocina, estanterías, cajones o en el típico aparador de salón o comedor, normalmente con puertas acristaladas para exhibir su contenido. Sea cual sea el espacio donde tienes la cristalería de uso cotidiano, hay dos formas de guardarla: sobre el pie o base, boca arriba, o justo al revés, apoyados sobre la boca.
Boca abajo podemos pensar que adquieren mayor estabilidad, sobre todo si tienen aperturas muy anchas y pies finos, y evitamos que entre polvo. Sin embargo, con esta opción nos arriesgamos a que haya quedado alguna gotita de humedad en el interior, impidiendo que se seque del todo, pudiendo generar mohos. Otra desventaja es que el cristal puede absorber el olor de la madera, el barniz o la pintura del mueble, algo que nadie quiere experimentar cuando se sirve una copa de vino.
Pero hay un motivo más relevante para elegir el almacenaje boca arriba: proteger la cristalería. Las copas y los vasos se suelen fabricar con su parte más pesada justo en la base, por lo que, si los ponemos al revés, estaremos forzando el borde, más frágil, a recibir todo el peso del objeto. Con el tiempo y según la calidad de la pieza, podrían aparecer grietas o roturas.
Tampoco hay que obsesionarse en cuanto al almacenaje de los vasos más cotidianos, que no suelen ser muy caros, ya que precisamente el uso frecuente evitará esos problemas de humedad, olores o roturas por peso. Pero sí nos interesa tenerlo en cuenta en aquellas piezas de cristalería que reservamos para ocasiones más puntuales, o la típica vajilla de boda o herencia familiar que casi mantenemos únicamente como pieza de exhibición.
En un armario o vitrina de puertas bien herméticas reduciremos la suciedad, pero al final el polvo termina colándose. No viene mal limpiar a fondo el interior de estos muebles y todas las copas, una a una, al menos cada dos o tres meses.
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