El calabacín gratinado es un plato vegeteriano, sencillo y reconfortante que consiste en rodajas de calabacín cubiertas con una mezcla de ingredientes, generalmente queso, pan rallado y especias, que se hornean hasta que están doradas y crujientes en la parte superior.
Hacer un calabacín al horno es muy fácil. Este se corta en rodajas, que pueden ser finas o gruesas, dependiendo de la preferencia. Para la cobertura se suele mezclar queso (como mozzarella, parmesano o cheddar) con pan rallado y a veces hierbas o especias para intensificar el sabor.
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Después de colocar las rodajas de calabacín en una fuente para horno, se añade la mezcla de queso y pan por encima. Esto se hornea hasta que el queso se derrite y se forme una costra dorada. De manera opcional, se puede personalizar añadiendo otros ingredientes como tomate, ajo, cebolla e incluso carne picada.
Se puede servir como guarnición e incluso como plato principal con una ensalada ligera. Si te ha pasado que la porción de calabacín gratinado haya quedado con un exceso de agua, hay algunos trucos que puedes implementar para evitar estropear el plato.
Por ejemplo, utilizar calabacines frescos y firmes, ya que los más maduros tienden a tener más agua en su interior. Se puede implementar el método de "salado previo", que significa cortar el calabacín en rodajas y espolvorear con sal. Dejar reposar unos 30 minutos y luego secar con papel de cocina. Esto ayudará a extraer el exceso de agua.
Otra estrategia es realizar una cocción previa de las rodajas de calabacín, en una sartén a fuego medio durante unos minutos antes de gratinarlos. Esto ayudará a sellar la verdura. Mismo controlar la temperatura y tiempo del horno, evitará que se genere vapor en exceso a favor del calabacín.
Y por último, optar por quesos menos húmedos para la cobertura, como el parmesano o un queso curado ayudaran al resultado y no aportarán tanta humedad al plato. Siguiendo estos simples trucos, tu calabacín gratinado quedará bien atractivo y con la jugosidad justa.