He ido a comer a un restaurante chino de Francia: la comida no se parece casi en nada a la que se sirve en España

La impronta de los emigrantes vietnamitas se deja ver en las principales recetas que allí se comen

La gastronomía china es una de las cocinas que más ha viajado por todo el mundo. Desde la segunda mitad del siglo XIX, y durante todo el siglo XX, los inmigrantes chinos se han instalado en América, Europa, Oceanía y el resto de Asia y los restaurantes han sido siempre uno de sus principales negocios.

Pero, aunque hay emigrantes que provienen de todas partes de China, el gusto de cada país de origen ha ido moldeando lo que ellos mismos ofrecían en los restaurantes destinados a la población nativa –que nada tienen que ver con los que los chinos abren para comer ellos mismos–. Es por ello que un restaurante chino en Francia, y a solo una hora de la frontera, sirve una comida radicalmente distinta a la que encontramos en España.

Cuando viajo a Francia, además de disfrutar de la comida local, me gusta visitar restaurantes asiáticos, pues suelen tener muy buen nivel, sobre todo en lo que respecta a las cocinas del sudeste asiático, donde los galos ejercieron durante siglos como potencia colonial. Pero nunca había visitado un restaurante chino.

Como ocurre en España, en Francia abundan los restaurantes chinos “de barrio”, con cartas idénticas y una decoración muy similar. Pero, si bien su decoración es igual a la de los restaurantes chinos en España, la comida no se parece prácticamente en nada.

Los rollitos de primavera de los restaurantes franceses nada tienen que ver con los que se sirven en España (7,00€).

Una visita al Dragon Rouge

El restaurante Dragon Rouge es un chino francés cualquiera, situado en el centro de la ciudad de Pau. Esta población de casi 80.000 habitantes es la capital del departamento de los Pirineos Atlánticos y está a menos de una hora de la frontera con España, y, aunque en verano está llena de turistas, estos no se suelen acercar a comer a un chino.

Durante la cena somos los únicos extranjeros –bueno, medio extranjeros, pues voy con Cecilia, que es francesa–. La carta, como en los chinos españoles, se agrupa por tipos de proteínas: gambas, pescado, pollo, ternera… A los que hay sumar los arroces, tallarines y entrantes.

Curiosamente, en Francia es típico todos los platos “a la piña”, que no existen en España, y las preparaciones a l’impérial, que descubrimos que se parecen enormemente a la salsa que lleva nuestro pollo con almendras.

El 'riz cantonais' es exactamente igual que nuestro arroz tres delicias. Es lo único que no cambia. Costó 3,90€.

También hay rollitos de primavera (rouleaux de printemps), pero estos nada tienen que ver con los que se sirven en España: son unos rollitos fríos, de masa de arroz, rellenos de fideos de arroz con gambas y menta.

Lo único que es exactamente igual que en los restaurantes chinos de España es el arroz tres delicias, que en Francia se conoce como “arroz cantones” (riz cantonais).

Nos gustaron especialmente los tallarines con ternera ('nouilles au boeuf') que se notaban recién hechos. Costaron 8,90€.

Cocina china, pero del sudeste asiático

Otra característica de las cartas de los chinos franceses es la abundancia de platos que son, en realidad, típicos del sudeste asiático. Todas las cartas tienen platos vietnamitas como los rollitos nem –que en Francia son religión– o los bobun, tailandeses como el pad thai o indonesios, como las elaboraciones con salsa satay.

De hecho, como explica el cocinero William Chan en un reportaje publicado en la edición francesa de Vice, muchos de los primeros propietarios de restaurantes chinos en Francia provenían de las comunidades chinas de Camboya, Vietnam o Laos.

Muy rico el pollo con salsa satay ('poulet á la sauce saté') que se servía en un plato caliente. Costó 12 euros.

Otros platos son más fieles a la cocina china de lo habitual en España. Es el caso de los tallarines, que nos parecieron especialmente ricos, y más parecidos a los que probamos en China. También en las cartas hay más variedad de dumplings, aunque estos parecen congelados, igual que ocurre en la mayoría de chinos de barrio de España.

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En lo que respecta al precio, los restaurantes chinos en Francia son, al igual que en España, restaurantes económicos. Y tienen, de hecho, un precio similar al que encontramos aquí. Lo único que eleva la cuenta es la bebida, que siempre en más cara en nuestro país vecino, pero se puede comer de lujo por unos 20 euros, y con una calidad que, al menos en el Dragon Rouge, me ha parecido algo superior al de nuestros chinos de barrio.

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