Naturaleza, buena gastronomía, buenos vinos y mucha historia, se dan la mano en la capital de la isla de Gran Canaria
Al hablar de las Islas Canarias, a todos se nos vienen a la mente imágenes de verano, disfrutando en alguna de sus espléndidas playas. Pero lo cierto es que cualquier época es buena para visitar el archipiélago de la Macaronesia, bendecido con un clima casi tropical.
Aunque eso no les hace estar exentas, ni mucho menos, de temporales, son muchas las visitas que podemos hacer en cualquiera de sus islas. Las Palmas de Gran Canaria es uno de esos destinos que no podemos perdernos. La capital de la isla de Gran Canaria vive de cara al mar, siendo su puerto quien la rescató del olvido. La instalación portuaria fue diseñando la configuración actual de la ciudad, abierta a los visitantes durante todo el año.
La historia de Las Palmas de Gran Canaria comienza con su fundación a cargo de Juan Rejón en 1478, siendo la primera ciudad erigida por la Corona de Castilla en al Atlántico, poco antes de la conquista de América por Cristóbal Colón. Se hizo alrededor del barranco Guiniguada, ya desaparecido y que, en la actualidad, divide los históricos barrios de Triana y Vegueta.
La caña de azúcar era el producto estrella de la época, exportándose a Flandes e Inglaterra, hasta que se llevó al Caribe, y entonces comenzó a entrar en un lento declive. Como sustituto, se trajeron viñas desde la Península Ibérica, tanto desde España como desde Portugal.
Hoy en día, los vinos de la isla cuentan con cierto prestigio que va creciendo día a día, y en nuestro recorrido visitaremos una de esas pequeñas bodegas familiares que están dando de qué hablar.
Pero la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria le debe la vida, casi literalmente, al puerto, construido en el siglo XIX y que, ya en el XX, se convirtió en el motor económico de la ciudad, junto con el turismo. Los palmenses presumen con orgullo de su playa de Las Canteras y su entorno, que fluye de vida prácticamente durante todo el año.
Son muchas las rutas, los lugares que pueden visitarse en Las Palmas de Gran Canaria, pero en estas 48 horas me basaré en mi experiencia. Quedaron muchos sitios atrás, lo cual ya es excusa para planear otra visita a esta movida ciudad.
Día 1: de vinos y naturaleza
Una vez alojados tras aterrizar en vuelo de Binter, que conecta directamente varias ciudades peninsulares, como la de Jerez, en mi caso, llega el momento de echarse a la calle. Para la primera visita salimos de la ciudad, aunque a pocos kilómetros de distancia. Marc Llorens es guía, y con su empresa, Personal Tours, ofrece experiencias individuales para todo tipo de público. Es, también, uno de los guías oficiales de la Ruta del Vino de Gran Canaria, y me lleva a conocer las Bodegas Mondalón, en Tafira Alta.
A través de estrechas carreteras, llegamos al viñedo, en el que no recibe Tamara Cruz, mujer que hace un poco de todo en la bodega. Tamara Cruz es la «mujer orquesta», como ella misma se define, de las Bodegas Mondalón. Pasa la mayor parte del tiempo en el campo, pero también se encarga de la elaboración de los vinos, las visitas y la gestión de la empresa. «La zona en la que estamos se conoce como monte lentiscal bajo, y siempre ha sido de vinos. Pero los viñedos se estaban perdiendo. Ahora, somos de los pocos que estamos aportando viñedo nuevo a Gran Canaria».
Tamara explica sobre las variedades que «tenemos, en tintos, listán negro y tintilla. En blancos, albillo criollo, que se planta sobre todo en la isla de La Palma; malvasía volcánica, clásica de Lanzarote; un poco de marmajuelo en la parte de arriba y, por último, una apuesta muy personal, como es la albillo de monte lentiscal. Esta variedad se estaba perdiendo. Estamos en una zona en la que no llegó la filoxera, así que pudimos cortar esquejes y reproducir la madre. Así nos aseguramos la familia del tipo de uva y conservamos todas nuestras variedades».
En Bodegas Mondalón se definen más viticultores que bodegueros. «Eso para mi es muy importante. Lo que estamos intentado hacer aquí es una especie de pago, que todo sea controlado en cinco hectáreas de viñedo. Tenemos 16.000 plantas, y todo va a nuestra bodega con marca única, que sólo se vende en las Islas Canarias. La producción de este año ha llegado a los 16.000 litros, un 30% más que el anterior. Lo de no exportar, es también una filosofía, queremos tenerlo posicionado en restaurantes de calidad. Primero, tenemos que afianzarnos aquí».
Comida: entre viñas y volcanes
Reforzados por los vinos probados en las Bodegas Mondalón, buscamos ahora más espacios naturales. Cerca de allí, se encuentra la Caldera de Bandama. Se trata de un Espacio Natural Protegido, y se formó hace 5.000 años, junto al antiguo volcán del Pico de Bandama. El nombre le viene de Daniel Van Damme, un importante comerciante de Flandes que fue el primero en explorar el interior de la caldera, donde cultivó distintos tipos de viñedos, al igual que se hace en la actualidad en el Monte Lentiscal que le rodea.
Y ahora sí. El paseo por los alrededores de la Caldera ha abierto el apetito, así que llega el momento de almorzar algo. A escasa distancia encontramos el lugar adecuado. Se trata del Bodegón Vandama, gestionado desde 2002 por los hermanos Cambreleng. Las carnes son su especialidad, aunque también tienen pescados tan tradicionales de la zona, como el cherne, pez blanco de roca muy apreciado en Canarias.
El proyecto contempla también sus propios vinos, como el Vandama blanco, moscatel seco, que está obteniendo buenas puntuaciones en guías como Peñín, y otros tintos que pueden probarse en el restaurante. Desde su acceso, se disfruta de unas maravillosas vistas, y hay que probar alguna de sus carnes a la parrilla.
Tarde: de surf y playa
De vuelta al centro de la ciudad, y tras un breve descanso, toca conocer uno de los centros neurálgicos de Las Palmas de Gran Canaria. Es la playa de Las Canteras, que rebosa de gente yendo de un sitio a otro, caminando por el paseo marítimo mientras disfrutan del agradecido clima canario. En uno de sus extremos está el Auditorio Alfredo Kraus, visible prácticamente desde toda la playa, también muy visitado por los turistas. En esa zona, Las Canteras tiene una parte más ocupada por los surferos.
Antes de ir a cenar, no está de más tomar algo en la terraza del Hotel Aloe Canteras, contemplando cómo el sol se oculta tras el horizonte. En días claros, se divisa el Teide. No confundir con la montaña de Gáldar, de forma similar y que se sitúa algo más a la izquierda.
Cena: al rico mojo canario
Las opciones para cenar son numerosas en los alrededores de Las Canteras. Si les gusta el arroz y quieren degustar otros productos canarios, como los quesos, los vinos o el pescado, es recomendable reservar en El Arrosar. Imprescindibles sus famosas papas arrugás con mojo y los vinos como el Caldera Blanco Seco de Bodegas Hoyo de Bandama. Entre los arroces, a banda con gambas, negro con chocos, con ajetes tiernos o de verduras. De nuevo, en los pescados, aparece el cherne.
La noche puede continuarse en muchos locales, tanto en la zona de Las Canteras como en el centro de Las Palmas de Gran Canaria. En esta última zona, una opción es La Azotea de Benito.
Día 2: historia y zonas verdes
Comenzamos el segundo día dando un paseo por uno de los barrios más históricos de la ciudad, como es el de San Cristóbal, más conocido como el de los pescadores. Es la entrada sur de la ciudad, y su aspecto decadente le da aún un mayor encanto, con sus casas de colores y sus bares en los que degustar los productos más típicos del mar.
Un paseo, también un carril bici, conecta el barrio con el resto de la ciudad. Destaca el Torreón de San Pedro Mártir, y que popularmente se conoce como Castillo de San Cristóbal. Construida en 1577, esta torreta de vigilancia fue reconstruida en 1638, participando en la defensa de la ciudad, junta a otras torres similares, en el siglo XVI. Su uso militar se extendió hasta el siglo XIX.
Ahora enfilamos camino hacia el Hotel Santa Catalina, uno de los más lujosos de la ciudad, que cuenta con una oferta gastronómica muy destacada. Fue construido en 1890 en el actual barrio de Ciudad Jardín, y se reabrió en 2019 tras una destacada reforma. Por allí han pasado personas tan ilustres como María Callas o Gregory Peck. Su restaurante Poemas by Hermanos Padrón, posee una Estrella Michelin y un Sol Repsol, así que merece la pena visitarlo.
Junto al hotel, una de las zonas verdes de la capital grancanaria, como es el Parque Doramas, llamado así en honor de un antiguo guerrero canario. La diversidad de climas, de paisajes, en la isla, es tremenda. Allí hay más de cien especies endémicas de plantas y árboles, 500 compartidas con el resto de islas. En el Doramas, hay una amplia representación.
Para empezar, la tradicional platanera. La variedad Cavendish es la más habitual, la que todos conocemos, y toda la producción de la isla está vendida. Y si hubiera más, se venderían también. La cantidad de agua que necesita cada platanera, unos 15 litros al día, es uno de sus principales problemas en la actualidad. Jacarandas, drago o laurel de India, son otras de las especies que se encuentran en el parque de Ciudad Jardín.
Y siguiendo con las tradiciones canarias, también muy cerca del Doramas y del Hotel Santa Catalina, se puede presenciar una exhibición de baile tradicional, en este caso con la Agrupación Folclórica Los Poliguanches, creada en el año 1975 en el seno de la Policía Local de Las Palmas de Gran Canaria.
Volvemos al centro de la ciudad, al histórico barrio de Vegueta. Junto al de Triana, fue el germen de la actual Las Palmas. Una calle los separa, perteneciendo una acera a cada uno de ellos. En el medio, una estatua del escritor Benito Pérez Galdós, junto frente al teatro que también lleva su nombre. En uno de sus laterales almorzaremos, si bien antes podemos visitar el Mercado de Vegueta. Es pequeño, pero con muchísima actividad, con puestos de frutas, pescados y otros productos canarios.
Otra alternativa es, en vez de visitar el Parque Doramas y el Hotel Santa Catalina, ir directamente al barrio de Vegueta y disfrutar de la historia que desprenden sus calles. En la Plaza de Armas, tenemos a un lado el Ayuntamiento, y frente a él la Catedral de Santa Ana, vigilada por sus famosos perros. Se pensaba que el nombre de Canarias venía de los perros, canis en latín, y por ese motivo la bandera canaria tiene dos perros. Pero esa hipótesis no convence a todos, y se cree que el nombre viene de los canarii, una de las tribus bereberes que poblaron las islas.
Para conocer más sobre la historia de la ciudad y de la isla, hay que visitar el cercano Museo Canario, y también es muy recomendable adentrarse en la Casa Colón, donde se pueden descubrir muchos de los detalles de los viajes del descubridor, que pasó también por las islas y, por supuesto, por Las Palmas.
Comida: un almuerzo viajero
Volvemos junto al Teatro Pérez Galdós para el almuerzo, concretamente a 928 Capital. Su carta es un viaje por el mundo con muchas posibilidades de elección. Gilberto Santana dirige la sala, aconseja y explica lo que allí se hace, recomendando siempre, acertadamente, pedir para compartir. Su pareja, Héctor Carrasquillo, es el cocinero. Muy cerca de allí está el histórico Café Madrid, en la plaza de Cairasco, donde también podemos comer las típicas papas bravas, entre otros platos. También es buen lugar para compartirlos.
Tarde: atardeceres de postal
Si queremos bajar un poco la comida, no es mala idea volver a la zona de playa, pero en esta ocasión optaremos por El Confital, prolongación natural de Las Canteras, ubicada en la Península de La Isleta. Sus alrededores acaban de ser remodelados, y una de las actividades que más se practican allí, aparte del surf, es la de caminar o correr. No está urbanizada y ofrece unas vistas muy buenas de Las Canteras.
Para cerrar estos dos días en Las Palmas de Gran Canaria, nos vamos a cenar de nuevo a Vegueta, en esta ocasión a Triciclo, en la calle La Pelota. Es un lugar agradable, con buen servicio y sin más pretensiones que gustar, con platos como la ensaladilla, risotto de calabaza o croquetas de cigala.
Imágenes | Salva Moreno
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