Esta sopa catalana reconforta cuerpo y mente, es barata y se resuelve en 20 minutos

No tiene amago de dar tregua el tiempo de la primavera, borrascas mediante. Con buena parte de España inmersa en chaparrones constantes y en temperaturas más frías de lo habitual para el comienzo de abril, las miradas gastronómicas se ciernen sobre la cocina buena, bonita y barata como solución para salir del paso.

Recuperamos el sonido de las cucharas para iniciar la semana entrando en calor sin complicarnos la vida. También sin dejar ya tiritando el monedero, aunque hayamos estrenado abril con buen pie y la nómina boyante.

Por eso, nuestro plan para sacar lo mejor de la cocina española a relucir pasa por dar juego con las sopas. Apañadas, agradecidas y perfectas para emocionarnos sin esfuerzo, muchas de estas recetas tradicionales nos valen para dar de comer a un regimiento, colocar un primer plato barato en la mesa y, además, abastecer también al congelador con lo que pueda sobrar.

Precisamente lo que hoy os proponemos con una receta de la cocina catalana, tan sencilla como típica, que seguro sorprenderá a más de un comensal: la sopa de farigola. Traducida literalmente como sopa de tomillo, esta sencilla preparación se basa en tener a mano un buen ramillete de tomillo fresco y, a partir de ahí, hacerle buen amigo de un caldo que también tengáis por casa.

Puede ser un caldo de pollo, que es lo más recomendable en estos casos. Sin embargo, podéis también apostar por hacer vuestra sopa de farigola partiendo desde un caldo de verduras, que también da muy buen resultado.

Lo único que debemos hacer es saltear brevemente unos dientes de ajo y el tomillo en una cazuela, añadiendo luego el caldo de pollo y dejando que se cueza todo durante unos 10 minutos, dando el regusto del ajo y del tomillo al caldo. Mientras tanto, tostamos varias rebanadas de pan.

Pasados los 10 minutos, retiramos -colando si fuera necesario- el tomillo y los ajos e incorporamos el pan tostado a la cazuela. Al gusto, si queremos, podemos triturar la mezcla o dejar los trozos de pan en enteros. Por último, añadimos un huevo por persona a la sopa o, si lo preferimos, los pasamos por agua e integramos al final.

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